jueves, 9 de diciembre de 2010

La tragedia griega, el fantasma helénico

Cuando entendemos a la tragedia desde el punto de vista aristotélico, es casi seguro que de nosotros brote un sentimiento compasivo aunque estrechamente ligado al temor. Entonces encontramos que la tragedia es un fenómeno vital, reconstructora de moral, y que el buen dramaturgo “debe” inventar algo maravilloso, persuasivo y extraordinario. Y aunque Aristóteles no se encarga de ésto en su “Poética” a grandes rasgos, si nos acerca a la fórmula de la meta de la tragedia. Él hace hincapié en la catarsis del espectador; las obras de tragedia están hechas para ser representadas pero aun sólo leyéndolas conmueven al lector, no necesitan de música (métrica y canto) para lograr su objetivo, él habla de una participación por parte del espectador, que lo impulsa a enfrentar su moral con su sensibilidad. Otro punto que Aristóteles critica es que la poesía no debe tener un axioma o una verdad convincente (Poética 1461 b 9-15). Así pues, trataré de desligarme de la noción aristotélica para “tratar” de desenmascarar a la tragedia, aunque sería absurdo no asimilar ideas de este importante filósofo.

Nietzsche y su tragedia
En “Geburt die tragödie” de Nietzsche, podemos ver una muy particular opinión de la tragedia griega. El autor, a pesar de compartir sus convicciones en relaciones a Schopenhauer y Wagner, pone en tela de juicio los estudios de la cultura helénica, los cuales habían quedado estáticos por la falta de comprensión hacía esta cultura. Nietzsche describe el lenguaje trágico con su sentido por encima de toda razón, un sentido más amplio y más rico en contenido; él ve que las imágenes que muestra la tragedia simbolizan las fuerzas instintivas que orientan y motivan la conducta del ser humano, además, relaciona las emociones pasionales con las ideas existentes en el mundo griego sobre la divinidad. Aquí es donde Dionisio aparece ante nosotros, iluminando zonas en tinieblas de la conciencia humana. Aunque sabemos que esta tesis fue recibida en el mundo académico alemán con indiferencia y silencio, y que incluso su propio maestro Ritschl se unió al silencio. Sólo el círculo wagneriano, donde Listz, Schuré, Malwida von Maysenbug, Hans von Bülow, etc., elogió su obra. Aunque ya después de algunos años, Nietzsche se leyó a sí mismo, entonces supo que su obra era intempestiva, elaborada en honor a Wagner y que leyendo su propio texto sólo le recordaba su “ciego” e “incondicional” pensamiento wagneriano, en pocas palabras, un pensamiento “no libre” y “contaminado” por inmadurez.

Melancolía del ser, tragedia griega
Desde mi punto de vista, el personaje trágico es “bueno” no por sus actos, sino por ser similar a nosotros, ésto quiere decir que existe algo de idiosincrasia entre todos los hombres, entonces hablaríamos de una idiosincrasia “universal”. ¿Cómo es posible que sintamos compasión por la obra de Prometeo encadenado de Esquilo? Esquilo, mató a un titán para humanizarlo y sacrificarlo para nosotros, algo parecido a lo que los apóstoles le hicieron a Jesús. ¿Qué trato de decir con ésto? Que la mayoría de personajes trágicos son antiguos héroes épicos; Edipo, Áyax, Odiseo, Heracles, etc. Ellos siempre representan a la humanidad, una renuente al cumplimiento de los dioses (véase Edipo, Layo, Hipólito), un sujeto que piensa en sí mismo, en su sujeción, y ésto podría manifestarse bastante en los artistas ya que crean arte para eternizarse. ¿Por qué los poetas griegos demuestran una antítesis en sus personajes trágicos? Me refiero a antítesis al modo en que traman su obra a pesar de que los griegos se encontraban en la cima del pensamiento libre y con una noción de divinidad que congeniaba a su modus vivendi. Entonces, creo divisar dentro de su interior o inconsciente, una irrefutable condición humana, una vulnerabilidad mortal, provocada, tal vez, por una melancolía divina. Ésto lo puedo corroborar con los hechos trágicos de sus obras, donde quieren conmover, provocar compasión; al mismo tiempo quieren contrarrestar su efimeridad, su dolor, ellos poetizan su dolor.
Aquí no quiero pensar como Nietzsche, él revivió a Apolo y Dionisio. Él entendió algo de la fuerza de voluntad de los helenos, pero “contaminó” su visión del mundo apolíneo-dionisíaca con su subjetividad exagerada (Wagner). Si los helenos amaban a los poetas dramáticos, era por obra de su involuntario dolor, de su inevitable condición humana. También yo no defiendo el discurso poético del que habla Aristóteles. Al parecer el esquematiza muy filosóficamente a la tragedia. Nietzsche, el enigmático Nietzsche, él reconoció una pieza clave del ideal heleno, su “embriaguez” por la vida. Al final, creo que ni el dúo Apolo-Dionisio, a pesar de ser la fuerza artística-creadora de todo arte griego, receptora de toda moral útil para su polis, fue capaz de desaparecer ese dolor que aquejo a los griegos, un dolor cerca de lo real, de lo absurdo, elemental a la existencia humana. Así podríamos decir que tanto la tragedia clásica y moderna, se identifica con el lector no por sus tratados de compasión, de temor, de sufrimiento ajeno, de orgullo y de pasión, sino porque la tragedia es un espejo, sumamente destructivo pero liberador, que muestra la sombra de lo que somos.





Bibliografía:
Nietzsche y la polémica sobre El nacimiento de la tragedia, Luis de Santiago Guervós, ed. Hybris, 2003.
La escritura dramática, José L. Alonso de Santos, ed. Castalia, 1999.
Ética y tragedia en Aristóteles, Carmen Trueba, ed. Anthropos, 2004.
Poética, Aristóteles, ed. Porrúa, 2002.
El nacimiento de la tragedia, Friedrich Nietzsche, ed. Nueva alianza, 2001.

Alejandro J.Z.

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